miércoles, 17 de enero de 2007

Silbido


Entre más oscura es la noche más frío se siente por las venas, recorriendo la piel suavemente, incitándote a llorar. Cuando uno esta solo, caminando por un triste bosque abandonado, es cuando uno se pregunta "¿Qué diablos hago aquí?". El miedo puede ser nuestro mayor estimulante o el peor de los enemigos. En mi caso ha sido la última opción. Una y otra vez escucho ese silbido, tan cortante, tan distante. Me persigue y me vigila de manera sigiliosa. Me tienta. Me insita a cometer los peores errores, los peores pecados. El problema de un silbido es que nunca lo puedes ver, sólo sentir, sólo escuchar. Cuando menos te das cuenta, ya está en el fondo de tu mente, dominandote. Siempre tiene el control sobre ti, aún cuando tú piensas lo contrario. ¿Cómo acabar con esta víbora infernal? Basilisco de agudos colmillos que se clavan en mi corazón inyectándolo de veneno y odio, del deseo de pecar. Pecar. Ya no quiero que mis lágrimas recorran mi cara, ni que dejen ese sabor amargo en mi boca. Ya no quiero lastimar a las personas que quiero, a las que amo y a las que deseo. Yo no tengo la culpa de esto, todo lo empezó Adán, o Eva o la serpiente o la manzana. No sé. Quien tú quieras. ¡Estoy tan harta de pecar con mi inocencia! Quiero ver de nuevo esa luz que me tranquiliza... quiero irme.

Mon :)

1 comentario:

Anónimo dijo...

solo deate llevar por el y permite que te guia.siempre es bueno tocar el infierno con la punta de la lengua antes de volver al cielo.