miércoles, 24 de marzo de 2010

Soplo de vida



Perdida en sueños de princesas y amapolas, me dejo ir en el vaivén de la balsa mientras las olas salpican mi rostro. Siento la sal recorriendo mi cuerpo al compás que le marca el agua y mis poros se van abriendo así, lentamente. Estoy disfrutando de la vida y de un momento de paz que llega tras la oscura tormenta que devastó mi alma y que me dejó sin fuerzas y que me tumbó entre las olas, dejándome sola para recibir golpes y arañazos y mordidas y sangre.

El cisne de papel aluminio se ha caído al lago y ahora no es necesario recogerlo porque la misma corriente lo lleva. Ya puedo regresar al país de las hadas y pedirles un par de alas prestadas por una noche para ir a besar a la luna. Ya puedo bailar el danzón de los faunos en medio de las flautas griegas que soplan las ninfas.

La oscuridad que tanto me había acogido, como buena madre me deja partir prometiéndome no separse de mi lado. Pero hoy la luz se vuelve más tentadora para mí y estiro mi mano temblorosa hacia ella como cuando era una niña indefensa que creía en la inocencia y en el bienestar.

Renazco, renazco, y siento el soplo de vida que me inyecta el dragón de escamas rojas y naranjas a través de las páginas de la escritura. He encontrado en una tarde de bicicleta las fuerzas y la seguridad que necesitaba para volver a ser yo misma.