jueves, 11 de abril de 2013

Espíritu


Luz, luz, luz, hoy no hay nada más en mi vida. Armonía pura armonía... Si uno tiene que morir para renacer en una criatura de fuego de alas rojas y anaranjadas, no veo por qué tenemos tanto miedo. Me siento poderosa, especial, como aquella joven de los libros que acaba de descubrir que es única y valiosa, la guardiana, la elegida, quien viene a salvar al mundo del caos final.

Estuche de monerías que coquetea con garbo ante príncipes y emperadores, adoradores que vienen de todos los rincones del universo para verla... Ah, dulce princesa soñadora que ahora aceptas tu realidad, déjame decirte la suerte que tienes de ser tú y simplemente tú.

Sí, sí, ahora lo entiendo. Querer ser alguien más es un veneno lento y amargo que se toma en dosis pequeñas pero sumamente dolorosas, hasta que uno se destruye a sí mismo por completo. Pero no más black, noir, negro; no más tardes grises y lágrimas saladas; hoy cantemos al compás del viento y dejemos que nuestra alma renazca junto al verdor de los sauces llorones y las jacarandas que llenan de vivos colores el paisaje de la primavera.

Feliz, feliz, feliz. Es simplemente un estado de paz y seguridad, de comprensión absoluta. No importa si no te mueves, no importa si decides estar quieto y sólo observar el mundo, porque ésa es, al final de cuentas, la felicidad absoluta.

¡Píntate de colores otra vez, oh, hermoso atardecer! Que tus rosas y rojos me acompañen y velen mis sueños en esta noche estrellada, que las hadas bailen sobre mis cabellos de sándalo y lavanda. Yo sólo quiero oír los suspiros que me trae el viento mientras siento el frío y el calor danzando sobre mi piel de nívea blancura.