Ni siquiera tengo idea de cuánto tiempo ha pasado ya. Estoy perdida, atrapada en este castillo errante que me lleva y me regresa por senderos y colinas. Aún no consigo identificar dónde estás, a dónde te has ido. Se suponía que debías seguirme, se suponía que llegaríamos juntos a conquistar este mundo. ¿Por qué, entonces, sigues siendo invisible? ¿Detrás de qué muebles te escondes en este juego interminable?
Las noches en este palacio parecen estar encantadas. Sueños profundos, escasas pesadillas, almas tranquilas. Pero continúa siempre el dolor en el pecho, la cama vacía, la ausencia de tu piel, el aroma que perdura... Solo los recuerdos quedan, los recuerdos de lo que hemos imaginado en días pasados sin llegar a concretarse nunca. Si no ha pasado, ¿ha existido al haberlo pensado?
Todo es vano, todo es ilusorio. Tú nunca estás. No apareces. Tal vez no has existido jamás.
Escucho nuevas voces que me llaman, que me incitan a salir de mi escondite, a dejarte ahí, oculto, en la oscuridad. Mas sigo dudando a veces, sigo sin saber si debo seguir la luz cálida que me guía hacia nuevos lares, o si debería aguardar solo un par de noches más... ¿Qué tanto se puede esperar cuando se ama? ¿Realmente estaremos juntos en la eternidad?
Mi cuerpo se evapora, mi espíritu se eleva. Las fuerzas van menguando. El llamado es más urgente. No podré aferrarme a ti por mucho tiempo. ¿Me seguirás esta vez, amor mío? ¿O será acaso que eres tú quien me llama desde el más allá?